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lunes, 1 de junio de 2015

PROCESOS DE AULA; UN TEMA "TABÚ"

Hola a todas y a todos. espero que hayan tenido tiempo para digerir el artículo anterior en cual se proponían algunas sugerencias para empezar a descristalizar la sacrosanta escuela. Este nuevo trabajo, apunta a intentar dar un poco de claridad acerca de uno de los temas "tabú" en educación:

 

LOS PROCESOS DE AULA, BASADOS FUNDAMENTALMENTE EN LA EXIGENCIA.
UN DESESPERANZADOR PRESENTE.

 En adelante, se considerará como procesos de aula, el conjunto de relaciones que se dan, básicamente, entre los docentes y sus estudiantes dentro del marco de la comunidad educativa. No se encasillan dentro de las cuatro paredes del claustro, porque muchos de ellos trascienden y ocupan el entorno familiar y social de los involucrados. De los tantos procesos de aula que se dan en la cotidianidad escolar, nos ocuparemos básicamente de aquello que la “lingüística educacionista” define como proceso enseñanza aprendizaje, y que en la gran mayoría de las escuelas colombianas se concibe como la transferencia de datos que deben ser “regurgitados” so pena de fracasar en la empresa de ganar años. Dichos datos, se transmiten de forma ineficiente y generan ineluctablemente, pasividad y otra multiplicidad de actitudes negativas en el “sujeto” del aprendizaje. Este no cuestiona los conceptos, aprende a memorizar, a repetir  a creer que no puede acceder al conocimiento, su aplicación y desarrollo sino es con ayuda del maestro. Casi todos los procesos de aula involucran tareas, actividades extracurriculares, ¿investigaciones?, calificaciones y ganar o perder el año. Entremezclada como pieza fundamental en este complejo y cristalizado engranaje campea la palabra EXIGENCIA, que más que un término, es la columna vertebral de casi todos los procesos de aula. La exigencia se entiende como “él factor o conjunto de factores que presionan a un individuo o grupo de individuos a realizar un esfuerzo determinado” (Fisher 1984).
Se desprende de esta conceptualización, que la exigencia se caracteriza por ser externa, por involucrar casi siempre una recompensa, una amenaza o el miedo, y por venir de alguien con una autoridad y poder incuestionables. La exigencia no puede considerarse negativa o alienante hasta tanto no se profundice en la naturaleza de su origen, su intencionalidad y las características de sus destinatarios. Algunas normas, reglamentos y leyes, son exigencias que en su gran mayoría están diseñadas para mantener la armonía y el bienestar de un colectivo social determinado. En esta medida, sacan lo mejor de nuestras capacidades para analizarlas, aceptarlas y cumplirlas sin que ello nos genere demasiado trauma.
Como negativas y traumatizantes, podemos determinar todas aquellas exigencias que involucran autoritarismo, amenaza, recompensa, y que están dirigidas a personas o grupos sin las capacidades adecuadas para racionalizarlas.
Las exigencias, en apariencia inhumanas que buscan seleccionar a los mejores y deshacerse del resto, tales como las realizadas en los cuarteles, en algunas organizaciones deportivas o en colectivos clandestinos, merecen capítulo aparte porque quienes las padecen, normalmente son voluntarios mayores de edad y que en su gran mayoría “necesitan” una muy fuerte presión externa para reaccionar adecuadamente. Sea como fuere, casi siempre sucede que luego de una determinada cantidad y calidad de exigencia y de un tiempo determinado, los mecanismos defensivos de algunos individuos entran a protegerlo (casi sin que él lo note) convirtiendo esas fuerzas externas en un proceso conocido como “auto exigencia” (que aparece asociado a algunos aprendices de músicos, jugadores de consola, deportistas, atletas etc.) y que a juicio de algunos investigadores es un regreso a la “motivación intrínseca”; innata en los seres humanos con respecto a la adquisición de conocimientos.
La mayoría de quienes han trabajado en el “desarrollo de la Psique humana” o en el desarrollo del conocimiento: Vasconi, Piaget, lacan, Jung, Freud etc. Advierten sobre los riesgos de procesos basados en exigencias, pues coinciden en plantear que todos los seres humanos nacemos con la necesidad intrínseca e innata de aprender. Esa necesidad MOTIVA, IMPULSA, MUEVE, a interactuar con el medio, para apropiárselo. Cuando esta acción es exitosa, el placer que resulta de ello, nos anima; MOTIVA a continuar con la actividad.
“Los patrones de aprendizaje temprano, preparan el terreno para el aprendizaje de toda a vida. Si un niño o niña, comienza (como casi todos) con una actitud positiva hacia el aprendizaje, entonces el patrón puede durar toda la vida. Si por el contrario, el patrón de aprendizaje no es bueno o está distorsionado por recompensas o castigos, el niño puede no animarse a intentar determinados procesos” (Colt 1999).
Es fácil considerar entonces, que los problemas en aprendizaje empiezan a surgir cuando aparecen las innecesarias y torturantes exigencias asociadas a recompensas, castigos, que en la escuela toman forma de calificaciones, sanciones, burlas, gritos, regaños etc. Que son la esencia de los procesos de aula y que anulan o inhiben la sacrosanta MOTIVACIÓN INNATA E INTRÍNSECA con la cual venimos equipados. Esa y otras razones asociadas a los “procesos de aula” y al funcionamiento de la escuela, hacen que los niños lleguen a sus aulas en la edad de los ¿Por qué? Y luego de unos 12 ó 13 años, salgan en la edad de los ¡A mi qué!  A mi juicio; sólo la tremenda resiliencia de pueblo colombiano ha evitado que los pocos estudiantes que culminan su bachillerato, vayan directamente a los manicomios.
           Parecería entonces que la deconstrucción de los actuales procesos de aula pasa por la reflexión acerca de las imbricaciones pedagógicas del término MOTIVACIÓN, para inventarse unos nuevos procesos donde no se inhiba o destruya la motivación intrínseca e innata de nuestros infantes; pero como decía Elena Dávalos Hoyos “es más fácil conseguirse una suegra virgen”. Porque para lograr ese fundamental cambio, los docentes tendrían que despojarse de “los discretos encantos del poder” heredados desde La Colonia.
  • ü  Los docentes más exigentes, son aquellos que menos dominan su asignatura, pues para ellos es más fácil exigir que orientar procesos. (Dubby Susan Dominguez, estudiante del grado décimo del Ateneo; Pradera)
  • ü  Algunos profesores piensan que su materia es el requisito indispensable para continuar respirando y se exceden en la exigencia, en las tareas y en la tiranía (Gian Carlo Céspedes, estudiante del grado noveno de la sede Santa Isabel, Pradera)
  • ü  El problema de aprender por miedo, o por una calificación es que cuando desaparecen el miedo y las calificaciones, uno olvida lo aprendido y no le quedan ganas de aprender nada nuevo. (Alba Marina Ceballos, estudiante del grado 11 de las Bethlemitas, Palmira.)
  • ü  Bastantes de mis compañeros, pertenecen a bandas delincuenciales; pero el discurso disciplinario de los docentes, sigue girando en torno a los uniformes.(N.N. del colegio ***E.)


Aunque queda la sensación de que faltó mucha tela por cortar, no sería ético ni estético finalizar este aparte sin antes mencionar un aspecto que por lo cotidiano y sutil, parece inofensivo para docentes y estudiantes; pero que a juicio de muchos expertos es uno de los factores que más incide en la baja calidad de nuestra educación. Es lo relacionado con el “ME” en el cotidiano discurso de los profesores: “Me hacen esa plana” “Me estudian esa lección” “Se Me aprenden esos cien verbos” “Señora, es que su niño no Me estudia”. Esa aparentemente inofensiva palabra, reforzada con las acciones asociadas a su incumplimiento, calan tan profundo en el alma infantil que niñas y niños, después de un corto periodo de estar escuchándola, terminan creyendo que están estudiando para el maestro o por una calificación, lo cual descarta de plano la alegría de aprender. Lo peor es que el docente también termina por creerlo.  

En Colombia, de cien niñas y niños que ingresan al preescolar, sólo un puñado de ellos logra su ingreso a la Universidad y seguramente llegan bastante “tocados”, si a eso se le suma que ahora tendrán que lidiar con las expectativas familiares con respecto a su futuro, la estructura misma del nuevo claustro y un cúmulo de ansiedades más, no es extraño que aparezca muy pronto, un fenómeno sobre el cual apenas se empieza a hablar y a investigar y que en el argot universitario se conoce como: Estres Acádémico.

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Gustavo López Gil
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