Vistas de página en total

miércoles, 4 de enero de 2012


LO QUE PUEDE LA MAGIA DE UN VERDADERO MAESTRO

Hello fellows.

Quienes conocen la fábula del escorpión y el sapo, saben que lo pedagógico lo musical, están cosidos a  mi naturaleza y que jamás voy a dejar de tratarlos.
 Quiero compartir con todos Ustedes, a manera de saludo de año nuevo y con mis más sinceros deseos para que la Providencia los colme de gratos momentos, este bellísimo documento que me llegó vía Mail y que me llevó a pensar en cuantos violines habré dejado pasar sin sacar de ellos sus mejores notas.

Un violín había comenzado hermoso, pero a medida que pasaba el tiempo iba cayendo de mano en mano. Y cada mano por la que pasaba lo destrozaba, maltrataba y lo rompía más. Porque caía en las manos equivocadas. La gente que lo tocaba no lograba identificar ni el valor, ni el uso que tenía y que le podían dar a aquel violín.
Pasaron muchos años hasta que el violín todo desgastado, quebrado, roto y feo cayó en las manos de un subastador. Nadie le encontraba valor, todo el que lo miraba lo menospreciaba. Nadie quería comprarlo ni por la cantidad más mínima. A ninguna persona le llamaba la atención porque a todos les parecía que de aquel violín ya nada bueno podía salir.
Entonces en medio de la subasta y entre aquel grupo de personas, se levantó un Maestro, quien con paso lento llegó hasta el frente y comenzó a interpretar una bella melodía con aquel violín que hasta el momento le había parecido a todos obsoleto. Era una composición armoniosa, un sonido que capturaba la atención de todos los que allí se encontraban. Era tan bonita que cautivaba el corazón y de los ojos de algunas personas brotaban lágrimas. A partir de ese momento, el valor de aquel violín, cambió. Su precio era alto, ese instrumento había recuperado su valor. Lo arreglaron y volvió a recobrar su precio original.
Y mientras leía estas línes, no podía evitar pensar que tú, nuestros alumnos y yo éramos semejantes a ese violín. ¡Cuántas veces nos han tocado manos inapropiadas que nos han hecho sentir poco valorados y estimados. El consumismo nos resta valor, nos daña, nos afea. Los golpes y las heridas producidas por el mundo nos opacan y hace que nos veamos mal. Los que nos miran no pueden ver que algo bueno podría salir de nosotros. Nadie se anima a pagar ni un centavo por nosotros. Es necesario entonces, que llegue a nuestras vidas ese Maestro que empiece a potenciar a nuestras cualidades para que marquemos los tiempos al compás armonioso de su ejemplo y propósito. Que nos coloque cada cuerda en su lugar, restaure nuestras vidas y nos utilice para producir una sinfonía grata, diferente, esperanzadora.  

3 comentarios:

  1. Pedro Pablo Valencia Llano4 de enero de 2012, 12:23

    Muy bueno el tema que escogiste, Mi querido Gustavo, alguna vez escuche otra historia parecida, y me preguntaba lo mismo que tu planteas, y pase por muchas circunstancias tratando de encontrar al maestro de tu historia, y al final lo encontré, es "Cristo Jesús".
    Y él nos ama y a todos nos puede moldear y restaurar, los invito a recibirlo en sus corazones.
    Muchas gracias Gustavo por su historia, es primera vez que leo este blog, felicidades, lo seguiré leyendo, y lo encontré gracias al link que colgaste en facebook. Un saludo!!!
    Pedro Pablo Valencia Llano.

    ResponderEliminar
  2. Tio, Que tema tan bonito. Me pregunto cuantas veces nosotros mismos nos dejamos opacar durante el quehacer cotidiano y nos embarcamos en ese ciclo vicioso que limita la oportunidad de servir, de una u otra manera, de maestros para otros. U abrazote tiito!!!
    Sandra

    ResponderEliminar
  3. Profundamente interesante y verdadero este relato... Gracias. Gracias por compartirlo y por ser ese Maestro que logra sacar lo mejor de sus alumnos. Definitivamente lo que más admiro de usted es esa capacidad para encontrar, admirar, promover lo mejor de cada persona con la que comparte. Gracias profe querido por ayudarme a descubrir el amor por el arte, por la música, por la vida, por la verdad, por la libertad... Dios le pague!!

    Martha Ortiz

    ResponderEliminar