Hola compañeras y compañeros. Someto a su acertado juicio este "Polvo" absolutamente pedagógico que es producto de el tener todo el tiempo para mi solo. Espero que lleguen sus comentarios. Yo se que es un poco extenso; pero un tema como este no puede tratarse en muy pocos renglones. Hagan el esfuerzo.
G. López
“ENSEÑA A LOS MEJORES Y DESHAZTE DEL RESTO”
“Lo mejor está por venir”
Ben Jal Amel Ami
MOTIVACIÓN,
EXIGENCIA Y AUTOEXIGENCIA COMO ESENCIA DE LOS PROCESOS DE AULA.
Hoy a casi tres meses de mi jubilación, me siguen
centelleando en la memoria dos sentencias que para bien o para mal marcaron los
43 años (no el mismo año repetido 43 veces) de mi trasegar por la tortuosa ruta
pedagógica.
La primera se la escuché a “Monsieur” Andrade; (Carlos
Arturo Andrade) rector del colegio de Cárdenas donde cursaba mi cuarto
bachillerato (ahora noveno) en una oportunidad que preocupado por nuestro poco interés
en la lectura, nos dijo: “A Ustedes al igual que a todos los jóvenes de ahora
les falta curiosidad o la están usando para otras actividades que poco o nada
tienen que ver con el colegio”. Más adelante me di cuenta que tenía razón; pero
en mi favor pude esgrimir que buena parte de esa curiosidad y casi toda mi creatividad
se habían quedado atrapadas o pisoteadas en la primaria y en el bachillerato. Ya como docente y estudiante primíparo; en el año 1971, le escuché decir a Tobías Matta Lozano: “Uno
de los problemas serios a los cuales nos enfrentamos es que en los hogares y en la escuela se está practicando una corriente filosófica de alto
riesgo llamada “laisser faire laisser passer” que ha
rebajado los niveles de exigencia hasta la casi total permisividad”. La mañana siguiente me sorprendió en la biblioteca
municipal leyendo y analizando todo cuanto pude encontrar acerca de la
palabreja exigencia; que aparecía íntimamente ligada a motivación. A partir de ese día entendí
claramente la tremenda responsabilidad que implicaba el sendero que empezaba a
transitar.
“¿To be or not to be? Whether it’s
nobler in the mind to suffer the
slings and arrows of outrageous fortune”… (Chicanería).
¿Exigir o motivar? Una de las dos; las dos, o una intersección entre las
dos, era la cuestión fundamental para construir
procesos de aula que perjudicaran lo menos posible a mis estudiantes.
¿Exigir? Elaboré entonces un listado
de quienes habían sido mis profesores más exigentes y descubrí con cierta
amargura que justamente ellos fueron quienes menos dominaban el área que
“dictaban” o eran los más ególatras y que precisamente esa ignorancia o su
exceso de envanecimiento los conducía a hacer uso de la autoridad que viene
cosida al título, para que sus estudiantes aprendieran a la brava aquello que
ellos no pudieron aprender o que se consideraba indispensable para continuar
respirando. Sin duda alguna era más cómodo exigir
(e inflaba mejor el ego) que reflexionar; y casi todos nosotros somos muy adictos a
escoger “la más fácil”.
Quienes por fortuna tuvimos una muy buena resiliencia superamos
medianamente ilesos aquellos escollos. Era la época del “enseña a los mejores y deshazte del resto”. Lo cierto es que todo
cuanto se aprendió con estos maestros, se olvidó tan pronto paso el miedo a sus exámenes y consecuentes
represalias.
¿Motivar? Implicaba demasiado trabajo. En una de las tantas amarillentas
agendas que conservo, encontré el listado inicial de los obstáculos a superar
si quería que mi metodología se basara exclusivamente en la motivación:
- Conocer; no sólo el nombre de mis estudiantes sino su entorno.
- Buscar en ellos virtudes para potenciar, en lugar de errores para corregir.
- Recuperar en lo posible su: curiosidad, creatividad y gusto por la escuela.
- Me tocaba leer mucho, consultar, investigar, escribir y evaluar periódicamente.
- Estar dispuesto a reconocer mis errores y volver a empezar si fuere necesario.
- Estar dispuesto a convertirme inicialmente en el hazmerreír o blanco de la mordacidad de muchos compañeros
- Enfrentar el “síndrome de gendarme” de muchos rectores y coordinadores.
- Entender de entrada que “La bondad puede conducir fácilmente al abuso” y elaborar un discurso inicial claro y sentido, sumado a unas actitudes sensatas y sinceras que además de servir de ejemplo me blindaran contra los posibles malos entendidos.
- Finalmente; intentar que la motivación los condujera lenta; pero, invariablemente ,hacia un estado de “Autoexigencia” que es a mi juicio lo ideal
Si queremos que nuestro país
tenga una educación de calidad que sirva para lograr el desarrollo
armónico de la personalidad de niñas y niños bajo nuestra responsabilidad,
mediante el aprendizaje de comportamientos sociales esenciales, y habilidades
de pensamiento que estén estrechamente ligadas con la posibilidad de expresarse
dentro de un ambiente afectuoso, sin disciplina paternalista, y libre del
profundo miedo que desde los primeros años de vida, infunde la autoridad mal
entendida, y pésimamente ejecutada. Tenemos que encontrar la; o las estrategias
que conduzcan a las niñas y a los niños, y…(a nosotros mismos)
para que se reconozcan; y nos reconozcamos, como personas capaces de usar
talentos en la búsqueda de “ese” proceso integral, en pos de los ideales que
generen los cambios que está pidiendo a gritos nuestra dulce y tremenda tierra
Colombiana
Docentes como los actuales; que vienen capacitados para
interpretar los signos de los tiempos, y que no quieren seguir haciendo lo
mismo que sus antecesores, seguramente deben estar pensando que frente a
las especiales características de la
época, uno de los primeros pasos en la dirección correcta es analizar colectiva
y profundamente los aspectos positivos y negativos contenidos en lo connotativo
de las expresiones: motivar y exigir para asumir una postura
metodológica que a ciencia cierta, redunde en beneficio de aquellas personitas
que son la razón de ser de nuestra profesión.
Muchos ensayistas autorizados, coinciden en
plantear que la exigencia y la motivación no son incompatibles, porque
de hecho, la motivación y el esfuerzo son dos caras de una misma moneda. “Ambas son los dos tipos de energía
necesarios para realizar cualquier tarea, de forma que sus aportaciones se
suman, y producen personas con capacidad para aceptar y crear motivaciones”.
Grosso Modo; voy a considerar aquí dos tipos de motivaciones: aquellas que
están entre los remanentes arquetípicos del individuo o que de una u otra forma
logran penetrar en su alma (motivaciones
internas). Y aquellas que son propuestas o “exigidas” por otros (motivaciones
externas).Entre las cuales podemos destacar los famosos: “Estudia para ser
alguien en la vida", "Trabaja duro para progresar", "Hijo,
hazme caso, si quieres llegara a ser profesional", "Si ganas el año,
te daré tal o cual premio" “O estudian o les pongo un cero”, etc... Evidentemente,
estas últimas; motivaciones (externas),
que son las más frecuentes y habituales en los oídos de los niños y los
adultos, son muy débiles para una gran mayoría; ya sea porque tienen una visión
más a corto plazo, o porque necesitan motivaciones más internas a ellos mismos
y por supuesto requieren un mayor aporte de esfuerzo. O en el peor de los
casos, porque ya son fieles discípulos de una nueva corriente filosófica
llamada “Importaculismo”. Es en
estas circunstancias donde algunas personas creen que debe aparecer la “exigencia” como aporte fundamental
para alcanzar los logros expuestos.
Cuando descubrimos
una motivación interna (o alguien
nos convierte sutilmente una externa en una interna) para realizar cualquier
tarea, su aportación de energía va a la parte "buena" de nuestra
psique y hace menos complejo el aporte del esfuerzo necesario. Modelos claros
de este tipo de motivaciones son los pasatiempos y aficiones, por los que
algunos pueden llegar a hacer grandes sacrificios; o el deseo de sobresalir en
alguna faceta; o más fuertes aún, los deseos de una profundidad más
trascendente, como mejorar el mundo, ayudar a otros, etc.... Estas son muy poco
frecuentes, pero cada uno podría
encontrar cientos de motivaciones internas para cada tarea; depende de los gustos y la forma de ser de cada uno en particular.
Para no ir demasiado lejos, el ejemplo
más claro y cercano de una muy buena
motivación interna, es la esperanza que tengo de que al terminar de leer este
ensayo, algunas personas (ojalá docentes) puedan aplicarlo en su quehacer
cotidiano, o que me envíen sus comentarios . Si esto no sucede, me queda la
satisfacción de haberlo escrito y haberlo intentado.
Debo necesariamente
concluir, que la cantidad y la calidad del esfuerzo, está proporcionalmente
relacionado con el origen, la cantidad y la calidad de la motivación y que el
buen uso que se haga de estos procesos puede; y debe conducir necesariamente a
la “Autoexigencia” que es una
palabreja que poco aparece en los textos de pedagogía; pero que se percibe y se
empieza a comprender su complejidad e importancia si se analiza el
comportamiento de quienes practican “Juegos de consola o de computador”. Estas
personas (en su mayoría niños) se “Autoexigen”
continuamente para pasar de un nivel a otro, sin que ello suponga demasiado
esfuerzo ni presión externa.
Si llevamos estas
consideraciones a nuestras aulas: la consecuencia directa es entender que lograremos
mejores resultados, si dedicamos nuestras energías a crear nuevas formas de motivarnos y motivar a cada niño en particular, que si
las dedicamos a "perseguirlos"(*1), para que aumenten su nivel de esfuerzo.
(*1). Dado que la expresión “perseguirlos” está usada aquí como sinónimo de “exigirles”, me quedo sin que escribir
acerca del concepto y el uso que se hace de la “exigencia externa” en nuestras antiguas y algunas actuales
instituciones educativas. De todas formas, espero que al terminar la lectura de
este texto, estén lo suficientemente “Motivados”
como para contribuir con sus aportes a un debate que debería haberse
iniciado desde mucho tiempo atrás, direccionado desde las rectorías o coordinaciones, como punto de partida para
poder hablar de “Modelos pedagógicos”. Pero como casi todos los rectores y
coordinadores gastan sus más preciadas energías en desempeñar a cabalidad su
mal entendido “papel de gendarmes”, este debate nos corresponde a
nosotros…Perdón, me olvidaba de mi condición de jubilado…Les corresponde a
Ustedes, los docentes de nueva generación, quienes sin rastro de duda,
comparados con nosotros, tienen más energía, más curiosidad, más creatividad,
más posibilidades de ilustración y empiezan a hacer de su profesión, no una
forma de ganarse la vida, sino la vida misma.
Queda rigurosamente autorizada y recomendada
la reproducción parcial o total de
este artículo por cualquier procedimiento
incluidos la reprografía y el tratamiento
informático.
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GUSTAVO LÓPEZ GIL