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lunes, 29 de abril de 2013

“ENSEÑA A LOS MEJORES Y DESHAZTE DEL RESTO”


Hola compañeras y compañeros. Someto a su acertado juicio este "Polvo" absolutamente pedagógico que es producto de el tener todo el tiempo para mi solo. Espero que lleguen sus comentarios. Yo se que es un poco extenso; pero un tema como este no puede tratarse en muy pocos renglones. Hagan el esfuerzo.
G. López

“ENSEÑA A LOS MEJORES Y DESHAZTE DEL RESTO”
“Lo mejor está por venir”
Ben Jal Amel Ami

MOTIVACIÓN, EXIGENCIA Y AUTOEXIGENCIA COMO ESENCIA DE LOS PROCESOS DE AULA.
Hoy a casi tres meses de mi jubilación, me siguen centelleando en la memoria dos sentencias que para bien o para mal marcaron los 43 años (no el mismo año repetido 43 veces) de mi trasegar por la tortuosa ruta pedagógica.  
La primera se la escuché a “Monsieur” Andrade; (Carlos Arturo Andrade) rector del colegio de Cárdenas donde cursaba mi cuarto bachillerato (ahora noveno) en una oportunidad que preocupado por nuestro poco interés en la lectura, nos dijo: “A Ustedes al igual que a todos los jóvenes de ahora les falta curiosidad o la están usando para otras actividades que poco o nada tienen que ver con el colegio”. Más adelante me di cuenta que tenía razón; pero en mi favor pude esgrimir que buena parte de esa curiosidad y casi toda mi creatividad se habían quedado atrapadas o pisoteadas en la primaria y en el bachillerato. Ya como docente y estudiante  primíparo; en el año 1971, le escuché decir a Tobías Matta Lozano: “Uno de los problemas serios a los cuales nos enfrentamos es que en los hogares y en la escuela se está  practicando una corriente filosófica de alto riesgo llamada “laisser faire laisser passer” que ha rebajado los niveles de exigencia hasta la casi total permisividad”. La mañana siguiente me sorprendió en la biblioteca municipal leyendo y analizando todo cuanto pude encontrar acerca de la palabreja exigencia; que aparecía íntimamente ligada a motivación. A partir de ese día entendí claramente la tremenda responsabilidad que implicaba el sendero que empezaba a transitar.
“¿To be or not to be? Whether it’s nobler in the mind to suffer the slings and arrows of outrageous fortune… (Chicanería).
 ¿Exigir o motivar? Una de las dos; las dos, o una intersección entre las dos, era la cuestión fundamental para  construir procesos de aula que perjudicaran lo menos posible a mis estudiantes.
¿Exigir? Elaboré entonces un listado de quienes habían sido mis profesores más exigentes y descubrí con cierta amargura que justamente ellos fueron quienes menos dominaban el área que “dictaban” o eran los más ególatras y que precisamente esa ignorancia o su exceso de envanecimiento los conducía a hacer uso de la autoridad que viene cosida al título, para que sus estudiantes aprendieran a la brava aquello que ellos no pudieron aprender o que se consideraba indispensable para continuar respirando. Sin duda alguna era más cómodo exigir (e inflaba mejor el ego) que reflexionar;  y casi todos nosotros somos muy adictos a escoger “la más fácil”.
Quienes por fortuna tuvimos una muy buena resiliencia superamos medianamente ilesos aquellos escollos. Era la época del “enseña a los mejores y deshazte del resto”. Lo cierto es que todo cuanto se aprendió con estos maestros, se olvidó tan pronto paso el miedo a sus exámenes y consecuentes represalias.
¿Motivar? Implicaba demasiado trabajo. En una de las tantas amarillentas agendas que conservo, encontré el listado inicial de los obstáculos a superar si quería que mi metodología se basara exclusivamente en la motivación:
  1. Conocer; no sólo el nombre de mis estudiantes sino su entorno.
  2. Buscar en ellos virtudes para potenciar, en lugar de errores para corregir.
  3. Recuperar en lo posible su: curiosidad, creatividad y gusto por la escuela.
  4. Me tocaba leer mucho, consultar, investigar, escribir y evaluar periódicamente.
  5. Estar dispuesto a reconocer mis errores y volver a empezar si fuere necesario.
  6. Estar dispuesto a convertirme inicialmente en el hazmerreír o blanco de la mordacidad de muchos compañeros  
  7. Enfrentar el “síndrome de gendarme” de muchos rectores y coordinadores.
  8. Entender de entrada que “La bondad puede conducir fácilmente al abuso” y elaborar un discurso inicial claro y sentido, sumado a unas actitudes sensatas y sinceras que además de servir de ejemplo me blindaran contra los posibles malos entendidos.
  9. Finalmente; intentar que la motivación los condujera lenta; pero, invariablemente ,hacia un estado de “Autoexigencia” que es a mi juicio lo ideal
Como la intención de este corto ensayo no es autobiográfica, podemos dejar a un lado los eventos posteriores y centrarnos en lo fundamental.
 Si queremos que nuestro país tenga una educación de calidad que sirva para lograr el desarrollo armónico de la personalidad de niñas y niños bajo nuestra responsabilidad, mediante el aprendizaje de comportamientos sociales esenciales, y habilidades de pensamiento que estén estrechamente ligadas con la posibilidad de expresarse dentro de un ambiente afectuoso, sin disciplina paternalista, y libre del profundo miedo que desde los primeros años de vida, infunde la autoridad mal entendida, y pésimamente ejecutada. Tenemos que encontrar la; o las estrategias que conduzcan a las niñas y a los niños, y…(a nosotros mismos) para que se reconozcan; y nos reconozcamos, como personas capaces de usar talentos en la búsqueda de “ese” proceso integral, en pos de los ideales que generen los cambios que está pidiendo a gritos nuestra dulce y tremenda tierra Colombiana  
Docentes como los actuales; que vienen capacitados para interpretar los signos de los tiempos, y que no quieren seguir haciendo lo mismo que sus antecesores, seguramente deben estar pensando que frente a las  especiales características de la época, uno de los primeros pasos en la dirección correcta es analizar colectiva y profundamente los aspectos positivos y negativos contenidos en lo connotativo de las expresiones: motivar y exigir para asumir una postura metodológica que a ciencia cierta, redunde en beneficio de aquellas personitas que son la razón de ser de nuestra profesión.
 Muchos ensayistas autorizados, coinciden en plantear que la exigencia y la motivación no son incompatibles, porque de hecho, la motivación y el esfuerzo son  dos caras de una misma moneda. “Ambas son los dos tipos de energía necesarios para realizar cualquier tarea, de forma que sus aportaciones se suman, y  producen personas con  capacidad para aceptar y crear motivaciones”. 
Grosso Modo; voy a considerar aquí dos tipos de motivaciones: aquellas que están entre los remanentes arquetípicos del individuo o que de una u otra forma logran penetrar en su alma (motivaciones internas). Y aquellas que son propuestas o “exigidas” por otros (motivaciones externas).Entre las cuales podemos destacar los famosos: “Estudia para ser alguien en la vida", "Trabaja duro para progresar", "Hijo, hazme caso, si quieres llegara a ser profesional", "Si ganas el año, te daré tal o cual premio" “O estudian o les pongo un cero”, etc... Evidentemente, estas últimas; motivaciones (externas), que son las más frecuentes y habituales en los oídos de los niños y los adultos, son muy débiles para una gran mayoría; ya sea porque tienen una visión más a corto plazo, o porque necesitan motivaciones más internas a ellos mismos y por supuesto requieren un mayor aporte de esfuerzo. O en el peor de los casos, porque ya son fieles discípulos de una nueva corriente filosófica llamada “Importaculismo”. Es en estas circunstancias donde algunas personas creen que debe aparecer la “exigencia” como aporte fundamental para alcanzar los logros expuestos.
Cuando descubrimos una motivación interna (o alguien nos convierte sutilmente una externa en una interna) para realizar cualquier tarea, su aportación de energía va a la parte "buena" de nuestra psique y hace menos complejo el aporte del esfuerzo necesario. Modelos claros de este tipo de motivaciones son los pasatiempos y aficiones, por los que algunos pueden llegar a hacer grandes sacrificios; o el deseo de sobresalir en alguna faceta; o más fuertes aún, los deseos de una profundidad más trascendente, como mejorar el mundo, ayudar a otros, etc.... Estas son muy poco frecuentes, pero cada uno podría encontrar cientos de motivaciones internas para cada tarea; depende de los gustos y la forma de ser de cada uno en particular.  Para no ir demasiado lejos, el ejemplo más claro y cercano  de una muy buena motivación interna, es la esperanza que tengo de que al terminar de leer este ensayo, algunas personas (ojalá docentes) puedan aplicarlo en su quehacer cotidiano, o que me envíen sus comentarios . Si esto no sucede, me queda la satisfacción de haberlo escrito y haberlo intentado.
Debo necesariamente concluir, que la cantidad y la calidad del esfuerzo, está proporcionalmente relacionado con el origen, la cantidad y la calidad de la motivación y que el buen uso que se haga de estos procesos puede; y debe conducir necesariamente a la “Autoexigencia” que es una palabreja que poco aparece en los textos de pedagogía; pero que se percibe y se empieza a comprender su complejidad e importancia si se analiza el comportamiento de quienes practican “Juegos de consola o de computador”. Estas personas (en su mayoría niños) se “Autoexigen” continuamente para pasar de un nivel a otro, sin que ello suponga demasiado esfuerzo ni presión externa.
Si llevamos estas consideraciones a nuestras aulas: la consecuencia directa es entender que lograremos mejores resultados, si dedicamos nuestras energías a crear nuevas formas de  motivarnos y motivar a cada niño en particularque si las dedicamos a "perseguirlos"(*1),  para que aumenten su nivel de esfuerzo.

(*1). Dado que la expresión “perseguirlos” está usada aquí como sinónimo de “exigirles”, me quedo sin que escribir acerca del concepto y el uso que se hace de la “exigencia externa” en nuestras antiguas y algunas actuales instituciones educativas. De todas formas, espero que al terminar la lectura de este texto, estén lo suficientemente “Motivados” como para contribuir con sus aportes a un debate que debería haberse iniciado desde mucho tiempo atrás, direccionado desde las rectorías  o coordinaciones, como punto de partida para poder hablar de “Modelos pedagógicos”. Pero como casi todos los rectores y coordinadores gastan sus más preciadas energías en desempeñar a cabalidad su mal entendido “papel de gendarmes”, este debate nos corresponde a nosotros…Perdón, me olvidaba de mi condición de jubilado…Les corresponde a Ustedes, los docentes de nueva generación, quienes sin rastro de duda, comparados con nosotros, tienen más energía, más curiosidad, más creatividad, más posibilidades de ilustración y empiezan a hacer de su profesión, no una forma de ganarse la vida, sino la vida misma.

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GUSTAVO LÓPEZ GIL