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lunes, 31 de agosto de 2015

ACERCA DE LA JORNADA ESCOLAR COMPLETA... Y OTROS DEMONIOS.

Hola a todas y a todos. Presento a Ustedes este "polvo antiministra" para que abramos un debate sano acerca de las bondades o perjuicios de extender la jornada escolar.
G.López

Que la Ministra Parodi y su equipo asesor estén hablando de jornadas complementarias como programa bandera para mejorar la deteriorada calidad de nuestra educación, no obedece ciertamente a su ignorancia en materia de pedagogía. Más allá de su función como agente del estado, está el hecho de que, como todos nosotros,  ella también es producto de un rígido sistema de control (léase escuela), que, entre otros daños, inhibe o castra la capacidad de reflexionar, sin la cual es casi imposible, interpretar y comprender el mundo en el que vivimos para proyectarlo hacia el futuro.
Pretender prolongar el encierro de directivos docentes, docentes, personal administrativo, y estudiantes; sin haber deconstruido los actuales procesos de aula, encaminados fundamentalmente a controlar cuerpos, tiempos y espacios de los actores involucrados, equivale a “perfumar un bollo”; (Retomo aquí las palabras de uno de nuestros “padres de la patria”)
Esos procesos de aula (los mismos con los que se educaron nuestros abuelos y nosotros) obedecen a los lineamientos determinados para la escuela del siglo XVII,  que relacionaban la función del maestro, más con las palabras: obediencia, sumisión e información que con conocimiento; nacieron en un momento histórico en el cual era indispensable: “Educar a los nativos en religión católica, lengua castellana y obediencia y sumisión a las autoridades”. “El maestro es el formador de las mentes de los niños, como guía en la dirección por las sendas de la subordinación, obediencia y respeto por las potestades legales y debe ser mirado por el público, con la veneración y el respeto que merece una ocupación tan respetable, puesto que de ella depende la felicidad pública” (Decreto promulgado por el virrey Mendieta en 1799).

Hoy,  en pleno 2015, bajo la influencia de una globalización arrolladora, de una tecnología cada vez más invasiva, del predominio de unos sindicatos tremendamente beligerantes, de la profesionalización de la carrera docente, de la búsqueda urgente de la democracia y de la paz; una escuela que conserve esa fuerte e incuestionable estructura jerárquica, que homogenice  a sus estudiantes, que dosifique el conocimiento, que se convierta en una isla dentro de la cual se administra justicia y se decide sobre los derechos de las niñas y niños sin necesidad de consultar con el contexto jurídico del estado…Y que privilegie el autoritarismo y el sometimiento” sobre la libre expresión y la sacrosanta curiosidad, está quedada en el tiempo y en ella no pueden florecer espíritus libertarios ni mentes innovadoras con deseos de transformar el mundo.
Valdría la pena mirar con lupa la estructura de nuestras escuelas; para determinar la evolución de los procesos de aula y  cómo se están desarrollando, entre otros: la posibilidad de hacer uso del tiempo de manera autónoma, los procesos creativos, la reflexión profunda sobre la realidad y el estímulo de la imaginación, la capacidad de gestión;  métodos que asociados a factores de corte meramente académico, apuntalan los grandes descubrimientos y  la posibilidad de construir un proyecto de vida propio. Porque si el conservadurismo y las contradicciones internas mantienen a la escuela en un ambiente que niega los valores que se promulgan como deseables, que estimula cierta proclividad a la mentira, al fraude y a la violencia, donde reina el Dios miedo y la terrible certeza de la inequidad…Y donde algunas disposiciones trascendentales en la vida de niñas y niños, dependen del estado de ánimo de quien debe tomar la decisión, sería válido pensar que la escuela es un sitio francamente peligroso, donde naufragan toda la ciencia acumulada por Biólogos, Sicólogos, Médicos etc.etc.etc. Y que pretender aumentar la dosis de encierro a esta generación abiertamente digital, resulta, sino cándido, francamente criminal.
En términos de mejoramiento de la calidad educativa, se requiere urgentemente un análisis serio de nuestra cristalizada y sacrosanta estructura escolar para determinar cuáles son los factores que inciden en la nefasta calidad, y de ser necesario hacer “borrón y cuenta nueva”. Son muchos los caminos de renovación pedagógica que se han  explorado; pero parece que toda esta búsqueda se mantiene dispersa y por lo tanto no afecta a una institución como nuestra escuela que navega entre la lingüística educacionista que intenta recoger los últimos avances científicos y el conformismo, el sometimiento, y la rutina que aniquilan cualquier intento de renovación.
Sería ideal que surgieran formas no escolarizadas de aprender, para facilitar la aparición de talentos diferentes desde la primera infancia. Modelos que no exijan que las niñas y los niños pasen tanto tiempo en silencio en las aulas, sino que los obligue a interactuar con su entorno, a observar y a reflexionar sobre cuanto ven y escuchan. El aburrimiento, la falta de interés por la vida, la ausencia de ilusiones,  la apatía para participar en el mundo de la cultura, la ciencia y la política, son las consecuencias de tantos años de nuestro tiempo manejado y orientado por otros.
No me parece justo que se pretenda invertir tanto recurso en edificar más escuelas y “recluir “en ellas a esta juventud digital, sin tener en cuenta que el vertiginoso avance tecnológico pone a circular conocimientos muy útiles en espacios que no son del dominio escolar. El conocimiento se trabaja en la tecnología de una forma más amable que la de la escuela.

Gustavo López Gil.
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