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jueves, 12 de noviembre de 2009

EL SUEÑO DE LAS ESCALINATAS (Fragmento a Colombia)

Quisiera que cada palabra mía fuese ahora como piedra de cien filos:
Llave inmisericorde que abra y destroce todo corazón.
O como dentellada de lobo que tiene prisa por llegar a la entraña palpitante de su presa.
Pues mi pobre corazón está desnudo y llagado viendo llegar a las escalinatas la delegación de mi pueblo: mis hermanos, mi más inmediata semejanza.
Helos aquí, entre taciturnos y atónitos; doblegados bajo la lluvia de su propia sangre y con el guijarro de un “¿por qué?” en la garganta.
Entenados de una despótica familia de próceres; libertos de una vanidosa casta feudal;
hijos putativos de las cadenas; ahijados de sus propios explotadores; pupilos de los grandes empresarios; mesnada de los advertidos filántropos del paternalismo; catecúmenos de la iglesia cesárea; hombres de leva bajo las banderas de la demagogia; hombres de presa bajo los uniformes del poder; hombres de pena bajo los grandes cuadros estadísticos que registran la proliferación cancerosa de los valores bursátiles.
La resaca de remotas perversiones llegó e hinchió, como ponzoñosa esponja, el corazón de toda esa casta codiciosa y paternalista. La cruz gamada volteó en el espacio y siendo ya signo de infamia en los países momentáneamente liberados, se trocó en ídolo devorador en la tierra Colombiana, mi dulce y tremenda tierra Colombiana. Para enrodar a los humildes y corroborar a los poderosos.
La concupiscencia del poder, primero; la codicia luego, engendraron la crueldad y abonaron el odio. Una y otro abortaron este feto: el terror. Uribún-Burundá enseñoreado de siervos y patronos.
A espaldas del tartamudo locuaz, del vaquero venido a más cuando se consagró matarife, del sordo a lo que no fuera reteñir de monedas y de la bestia militar que tuvo tantas estrellas como pezuñas a espaldas del multifacético Burundún;  los especuladores del platino, del petróleo, del café, del hierro, del uranio y del mismo cielo azul hicieron de la sangrienta titeretada su agosto, ofreciendo como diversión a la agonía de un pueblo la alharaca de los engreídos cubileteros de la libertad condicionada y la democracia de papel.
Pero ya están aquí sus víctimas, mis hermanos, nuestros hermanos. Y tienen; no voz y voto, sino grito y veto en nuestra querella.
Zalamea Borda