ACERCA DE LA JORNADA ESCOLAR COMPLETA... Y OTROS DEMONIOS.
Hola a todas y a todos. Presento a Ustedes este "polvo antiministra" para que abramos un debate sano acerca de las bondades o perjuicios de extender la jornada escolar.
G.López
Que la Ministra Parodi y su equipo asesor estén
hablando de jornadas complementarias como programa bandera para mejorar la
deteriorada calidad de nuestra educación, no obedece ciertamente a su
ignorancia en materia de pedagogía. Más allá de su función como agente del
estado, está el hecho de que, como todos nosotros, ella también es producto de un rígido sistema
de control (léase escuela), que, entre otros daños, inhibe o castra la
capacidad de reflexionar, sin la cual es casi imposible, interpretar y
comprender el mundo en el que vivimos para proyectarlo hacia el futuro.
Pretender prolongar el encierro de directivos
docentes, docentes, personal administrativo, y estudiantes; sin haber
deconstruido los actuales procesos de aula, encaminados fundamentalmente a controlar
cuerpos, tiempos y espacios de los actores involucrados, equivale a “perfumar
un bollo”; (Retomo aquí las palabras de uno de nuestros “padres de la patria”)
Esos procesos de aula (los mismos con los que se
educaron nuestros abuelos y nosotros) obedecen a los lineamientos determinados
para la escuela del siglo XVII, que
relacionaban la función del maestro, más con las palabras: obediencia, sumisión
e información que con conocimiento; nacieron en un momento histórico en el cual
era indispensable: “Educar a los nativos en religión católica, lengua
castellana y obediencia y sumisión a las autoridades”. “El maestro es el
formador de las mentes de los niños, como guía en la dirección por las sendas
de la subordinación, obediencia y respeto por las potestades legales y debe ser
mirado por el público, con la veneración y el respeto que merece una ocupación
tan respetable, puesto que de ella depende la felicidad pública” (Decreto
promulgado por el virrey Mendieta en 1799).
Hoy, en
pleno 2015, bajo la influencia de una globalización arrolladora, de una
tecnología cada vez más invasiva, del predominio de unos sindicatos
tremendamente beligerantes, de la profesionalización de la carrera docente, de
la búsqueda urgente de la democracia y de la paz; una escuela que conserve esa
fuerte e incuestionable estructura jerárquica, que homogenice a sus estudiantes, que dosifique el
conocimiento, que se convierta en una isla dentro de la cual se administra
justicia y se decide sobre los derechos de las niñas y niños sin necesidad de
consultar con el contexto jurídico del estado…Y que privilegie el autoritarismo
y el sometimiento” sobre la libre expresión y la sacrosanta curiosidad, está
quedada en el tiempo y en ella no pueden florecer espíritus libertarios ni
mentes innovadoras con deseos de transformar el mundo.
Valdría la pena mirar con lupa la estructura de
nuestras escuelas; para determinar la evolución de los procesos de aula y cómo se están desarrollando, entre otros: la
posibilidad de hacer uso del tiempo de manera autónoma, los procesos creativos,
la reflexión profunda sobre la realidad y el estímulo de la imaginación, la
capacidad de gestión; métodos que asociados
a factores de corte meramente académico, apuntalan los grandes descubrimientos
y la posibilidad de construir un
proyecto de vida propio. Porque si el conservadurismo y las contradicciones
internas mantienen a la escuela en un ambiente que niega los valores que se
promulgan como deseables, que estimula cierta proclividad a la mentira, al
fraude y a la violencia, donde reina el Dios miedo y la terrible certeza de la
inequidad…Y donde algunas disposiciones trascendentales en la vida de niñas y
niños, dependen del estado de ánimo de quien debe tomar la decisión, sería válido
pensar que la escuela es un sitio francamente peligroso, donde naufragan toda
la ciencia acumulada por Biólogos, Sicólogos, Médicos etc.etc.etc. Y que
pretender aumentar la dosis de encierro a esta generación abiertamente digital,
resulta, sino cándido, francamente criminal.
En términos de mejoramiento de la calidad
educativa, se requiere urgentemente un análisis serio de nuestra cristalizada y
sacrosanta estructura escolar para determinar cuáles son los factores que
inciden en la nefasta calidad, y de ser necesario hacer “borrón y cuenta nueva”.
Son muchos los caminos de renovación pedagógica que se han explorado; pero parece que toda esta búsqueda
se mantiene dispersa y por lo tanto no afecta a una institución como nuestra
escuela que navega entre la lingüística educacionista que intenta recoger los
últimos avances científicos y el conformismo, el sometimiento, y la rutina que
aniquilan cualquier intento de renovación.
Sería ideal que surgieran formas no escolarizadas
de aprender, para facilitar la aparición de talentos diferentes desde la
primera infancia. Modelos que no exijan que las niñas y los niños pasen tanto
tiempo en silencio en las aulas, sino que los obligue a interactuar con su
entorno, a observar y a reflexionar sobre cuanto ven y escuchan. El aburrimiento,
la falta de interés por la vida, la ausencia de ilusiones, la apatía para participar en el mundo de la
cultura, la ciencia y la política, son las consecuencias de tantos años de
nuestro tiempo manejado y orientado por otros.
No me parece justo que se pretenda invertir tanto
recurso en edificar más escuelas y “recluir “en ellas a esta juventud digital,
sin tener en cuenta que el vertiginoso avance tecnológico pone a circular
conocimientos muy útiles en espacios que no son del dominio escolar. El conocimiento
se trabaja en la tecnología de una forma más amable que la de la escuela.
Gustavo López Gil.
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