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martes, 13 de octubre de 2015

LA TELEVISIÓN, MÁS DAÑO QUE BENEFICIO

Hola a todas y a todos. Me había demorado en aparecer porque he estado aprendiendo Tangos en mi guitarra y luego se me pegó la música de Cat Stevens y...Bueno ya pueden invitarme a sus asados para que evalúen el nuevo trabajo musical.
El presente artículo estaba empolvado entre algunos documentos que estoy quemando y decidí darle una nueva oportunidad. espero les guste a pesar de su extensión. No creo que sea posible usar menos espacio para reflexionar acerca de un tema tan trascendental en nuestras vidas. 
Gracias y por favor, comenten.
G. López

Cuando en un foro en el cual se debatían temas que incidían en la calidad del servicio educativo, se aterrizó en el análisis de los cambios sufridos por los estudiantes a través de los tiempos, y empezaron a escucharse expresiones tales como:
  • “Los estudiantes ahora son más ladinos y más perezosos que los de unos años atrás”.
  • “No están para nada interesados en lo que se les explica, y para uno como docente, resulta casi imposible motivar su interés”.
  • “No tienen la más mínima noción de urbanidad y cortesía; son más agresivos, más desobedientes y menos responsables”.
  • “Tienen una bajísima percepción del peligro”.
  • “Se dejan introducir más fácilmente en el mundo de la droga y de lo ilegal”.
  • “Empiezan su actividad sexual a unas edades inverosímiles”.
  • “Cuando llegan por primera vez a la escuela no se saben ni siquiera el Padrenuestro”.
  • “Manejan un lenguaje que solamente ellos entienden”.
  • “El juego favorito en los descansos es darse patadas y puños acompañándolos con gritos estentóreos y actitudes desconcertantes”…
Y muy seguramente los comentarios hubiesen seguido hasta agotar el tiempo, si no es porque la moderadora, escribió sobre el tablero, la siguiente pregunta 
 ¿Qué haría Usted como docente responsable, si un día cualquiera intuye con mediana certeza que alguien está manipulando a sus estudiantes para invertir sus escasos valores y convertirlos en personas violentas, hipersexuales, facilistas, individualistas, pobres de lenguaje, pasivos, insensibles, inestables; y para colmo, está propiciando la temprana y nociva relación de ellos con la precaria subcultura de los adultos?
Sobresaliendo del casi ensordecedor e incontrolable murmullo de los asistentes, se alcanzaron a percibir multiplicidad de respuestas, unas tremendamente radicales, otras jocosas y algunas más, rayanas en la pasividad justificada en el subcutáneo temor que implica inmiscuirse en situaciones que pueden desencadenar fuerzas oscuras y de suyo, letales.
Se destacaron:


  •  “Reúno las pruebas y las llevo a bienestar familiar.
  • ·“Doy el rápido aviso a los padres y me pongo a sus órdenes para lo que necesiten
  • ·“Yo lo identifico, consigo las pruebas y peleo hasta que lo judicialicen”
  • ·“La justicia en este país es muy acomodaticia y se corre el riesgo de que lo dejen libre, es preferible hacer la vuelta por otro lado”
  • ·“Yo no me meto en esos paseos; uno no sabe quien está detrás de toda esa tramoya, ignora que tan peligroso pueda llegar a ser y…Lo mejor es dejar eso quieto”

No incluyo mi respuesta porque sonrojaría a muchos de los presentes, de la misma manera que me sonrojé cuando la conferencista nos aclaró que los personajes de los cuales estábamos hablando y que tanto daño nos estaba causando eran: “LOS MEDIOS MASIVOS DE DIFUSIÓN Y QUE ENTRE ELLOS EL MAS PELIGROSO ERA LA TELEVISIÓN
En medio del sepulcral silencio, del recinto, y mi tremendo desconcierto, empecé a recordar que aún debía algunas cuotas del mío y que estaba pensando en cambiarlo por uno más grande y poderoso, hasta que alcancé a escuchar que uno de mis colegas argumentaba algo que me devolvía un poco la dignidad perdida:
—No creo que el dañino sea propiamente el medio de difusión masiva conocido con ese nombre, sino el uso que se ha venido haciendo de él”. —Aclaró, logrando suscitar una onda de murmullos aprobatorios, que dieron pie para que la oradora redondeara su disertación sin ninguna nueva pausa.
Desde ese día me prometí que iba a estudiar con profundidad todo lo relacionado con medios masivos de difusión, e iba a socializar mis conocimientos con quienes quisieran hacerlo, pero en especial con todos mis estudiantes. Ahora, considerando los alcances de este su Blog se me ocurre que podemos iniciar un movimiento tendiente a lograr que se incluya dentro de las áreas obligatorias, una que tenga que ver con la lectura dinámica de signos e imágenes, para que nuestros estudiantes aprendan a ver las imágenes con un sentido crítico que les permita detectar lo implícito detrás de lo explicito, extractar el contenido latente del contenido manifiesto; o en otras palabras: “Descubrir el propósito con el cual se seleccionan los signos que se emiten a través de los Mass Media para así liberarse de su dominación”. Por supuesto, esta cátedra podría vincularse al área de Humanidades, para que los docentes cedieran en su triste empeño de enseñar gramática a niñas y niños que aún no han aprendido a leer
El ¿cómo hacerlo? Es tarea para un grupo de soñadores porque si se deja la tarea a los genios del ministerio en cabeza de nuestra flamante ministra…¿¿¿???

MASS MEDIA, MEDIOS MASIVOS DE COMUNICACIÓN, MEDIOS DE COMUNICACIÓN SOCIAL, O ¿MEDIOS MASIVOS DE DIFUSIÓN?
Para no terciar en la vieja querella lingüística acerca de si estos sistemas deben, o no, llamarse comunicación, puesto que en su mayoría carecen de “feed back” o retro alimentación, lo mejor es recurrir al concepto expresado por Jean Paúl Bolocco, según el cual encuadran dentro de este noción: Todos aquellos elementos o artefactos que sirvan para globalizar un mensaje.
Visto así, podemos enmarcar dentro de esta significación a la radio, la televisión, el periódico, las revistas, los tebeos, los comics, el libro, la Internet y todos aquellos cuya función manifiesta, sea la de llegar al mayor número posible de consumidores. Esta valiosa característica, los ha convertido en indispensables para la reproducción de las estructuras ideológicas y económicas imperantes, valiéndose, por supuesto, del “analfabetismo de los media”, que es un mal común a casi todos los usuarios, independientemente de su edad, género, etnia, credos, etc.
No es necesario ser un observador muy perspicaz para llegar a la conclusión que el Mass Media más común en nuestra realidad, es la televisión, razón por la cual, ocupa también un lugar privilegiado en el presente estudio.

LA TELEVISIÓN; BREVE HISTORIA
Los primeros dispositivos realmente satisfactorios en el proceso de captar imágenes, fueron el Iconoscopio, que fue inventado por el físico estadounidense de origen ruso Vladimir Kosmazworykin en 1923, y el Tubo Disector de Imágenes inventado por el ingeniero de radio estadounidense Philo Farnsworth poco tiempo después. En 1926, el ingeniero escocés John Logiebaird inventó un sistema de televisión que incorporaba los rayos infrarrojos. Con la llegada de los tubos y los avances en la transmisión radiofónica y en la electrónica, que se produjeron en los años posteriores al primer conflicto mundial, los sistemas de televisión se convirtieron en una realidad. Las primeras emisiones públicas de televisión las efectuó la B.B.C. en Inglaterra en el año de 1927 y la C.B.S y N.B.C. en EE-UU en 1930. Ambos utilizaron sistemas mecánicos y los programas no se emitían con un horario regular. Las emisiones con programación, se iniciaron en Inglaterra en 1936 y en EE-UU en 1939. Las emisiones programadas se interrumpieron durante el Segundo Conflicto Mundial, y se reanudaron cuando terminó.
EN COLOMBIA
Desde su aparición en Colombia en 1956, la televisión se ha propagado tanto, que casi desplazó por completo a los otros medios masivos de comunicación. En 1965 había en nuestro país, un número aproximado a los 100.000 receptores de televisión, para una población cercana a los 15 millones de habitantes, lo cual significaba un 0,006 equipo por habitante. Era la época en la cual se producían grandes aglomeraciones en las ventanas de los afortunados poseedores de un T.V. En 1970, con la aparición de la televisión en color los televisores experimentaron un crecimiento enorme, lo que produjo cambios en el consumo del ocio, A partir de 1984, la utilización de satélites para las transmisiones de alcance mundial permitió que la señal cubriera la totalidad de los cinco continentes. Y la aparición del actual fenómeno de la televisión por cable, ha disparado el consumo a niveles desesperanzadores, hasta el punto que hoy 2015, casi no existe un hogar colombiano donde no haya por lo menos un equipo; y lo “normal” es que cada casa disfrute del servicio de cable, un receptor y un reproductor de video, blue ray, Tablet o portátil, en cada cuarto de los componentes del grupo familiar.
Este millonario y alucinante crecimiento de la audiencia televisiva, tomó tan desprevenidos a los estudiosos de la conducta humana, que sólo hasta ahora, empiezan a escucharse con bastante afán y urgida frecuencia los clamores de quienes ven en el manejo de lo televisivo uno de los más grandes males del siglo. En nuestro medio, este espinoso tema viene inquietando desde mucho tiempo atrás a un -lastimosamente reducido- número de Psicólogos, uno que otro docente y algunos aspirantes a profesionales. De entre estos estudios, vale la pena resaltar el efectuado muchos años atrás, por la Universidad Industrial de Santander, el cual involucró a 6.027 niños y niñas de cuatro a doce años, 750 familias y 735 maestros, y que en aquella época planteó y comprobó las siguientes hipótesis:
  1. Que los niños y niñas colombianos, dedican más de seis horas diarias a ver televisión, lo cual significa entre 1500 y 2000 horas al año. (En la escuela están alrededor de 900 horas)
  2. Que los niños de 2 y 3 años, están frente al T.V. entre 3 y 8 horas diarias contemplando sus programas favoritos: publicidad, dibujos animados y series policíacas.
  3. Que a las 8 de la mañana Colombia tiene una tele-audiencia de casi 1’000.000 de niños. Entre las 2 y las 3, esta clientela crece hasta 3.000.000, y de 5 a 9 de la tarde la cifra alcanza la escandalosa suma de casi 5’000.000 de pasivas e inocentes victimas. (no estoy hablando aquí de los adultos) No es de extrañar que un niño vea por término medio 10.000 fórmulas publicitarias o de propaganda, concisas y elocuentes (al año), lo cual convierte al menor en un sujeto pasivo para el consumo, donde se le vende un mundo irreal en el cual la felicidad es sinónimo de posesión. Las instituciones encargadas de la radiodifusión televisiva regulan aspectos tales como que la televisión no debe fomentar comportamientos perjudiciales para la salud o que se debe adoptar medidas para garantizar que los menores puedan desarrollarse física, mental o moralmente. También la Constitución Colombiana establece la protección del derecho al honor, a la intimidad y a la propia imagen del menor; y se ha comprobado hasta la saciedad, que demasiados programas dejan serias dudas a este respecto, pues utilizan la imagen del niño para hacer espectáculo.
  4. Que los niños ven cada semana un promedio de 670 homicidios, 15 secuestros, 848 peleas, 420 tiroteos, 8 suicidios, 20 escenas eróticas, 30 casos de tortura y 18 casos de drogadicción. En 18 horas de programación se ven 1846 actos de violencia. ¿Será que esta tremenda carga contribuye a formar conductas agresivas? Como ejemplo-muestra del frenesí televisivo, basta un caso categórico: En los últimos episodios de Dragonball Z, Son Goku y el villano Freezer protagonizaron un combate que duró más de tres horas, llevando la tensión a límites insospechados. Es la invasión de la "Songokumanía" que tantos adeptos ha creado entre los más pequeños. Una vez más los niños asistieron "pasmados" al espectáculo de que los "Buenos pueden matar y los malos merecen que se les mate". Un medio que muestra acciones violentas, las desencadena. La televisión nos anestesia y terminamos tomando como normales actos de pura violencia.
  5. Que las niñas y niños, presentan una marcada tendencia a identificarse con los personajes ficticios que se les presentan.
  6. Que los programas de televisión, han incidido notoriamente en el empobrecimiento lingüístico de nuestros niños y niñas
  7. Que la televisión y otros medios masivos de comunicación, no propician la identidad nacional.
  8. Que la sociedad de consumo explota la mentalidad de los televidentes, creándoles falsas interpretaciones de la realidad y necesidades ficticias.
  9.  Que los medios masivos de comunicación; pero en especial la televisión, contribuyen a presentar el dinero y la violencia como los supremo valores del hombre, y como la única forma de resolver sus problemas
  10. Que la televisión se ha convertido en la mejor “nana” para los hijos de aquellos hombres y mujeres que deben buscar en conjunto, la manera de seguir respirando como familia.
  11. Que quienes consumen determinados productos obtienen por arte de magia la felicidad, el éxito, el poder, la belleza y el amor.
  12. Que el fin justifica los medios.
  13. Que las guerras, la violencia y la competencia son inevitables.
  14. Que triunfar es pasar por encima de los demás.                                                         Por otra parte, se comprobó tangencialmente, que muchas telenovelas, series de televisión y aún los comerciales están continuamente reforzando estereotipos en el sentido de:
  15. Que sólo las mujeres bellas, esbeltas, y de preferencia rubias, merecen ser admiradas.
  16. Que una buena madre, es sólo aquella que sufre, llora y se sacrifica por sus hijos, independientemente del comportamiento de estos.
  17. Que el amor se demuestra dando objetos o gastando dinero.
  18. Que cuando la mujer trabaja fuera de casa, lo hace siempre en labores de subordinación en donde el jefe siempre es un hombre.
  19. Que un buen padre es el que da a su familia una casa, vacaciones y bienes materiales.
  20. Que la mujer siempre necesita de un hombre para solucionar sus problemas.
  21. Que la mujer casada sólo debe ocuparse de las labores del hogar, mientras el hombre resuelve los problemas del mundo.
  22. Que el hombre admirable, activo y atractivo toma decisiones, se arriesga y siempre gana. Es rico, y, junto con los elementos que posee, tiene también muchas mujeres.
Pero uno de los aspectos más alarmantes del estudio, es aquel que re-comprobó que: A la actual escuela, que siempre ha sido ajena a la reflexión acerca de los verdaderos problemas del continente y que con sus programas demasiado abstractos y formalistas, continúa “formando individuos integrales” para perpetuar el statu quo de la sociedad actual, le resulta casi imposible aportar herramientas de criticidad y creatividad que permitan a sus integrantes convertirse en televidentes activos, críticos y creativos. Sin embargo, se detectó una actitud honrada en una buena cantidad de maestros para abordar el tema de la realidad educadora de los medios masivos de comunicación, cuando plantearon que “A pesar de las dificultades que implica la estrecha relación de la escuela con el mantenimiento de las estructuras económicas imperantes, la autonomía explícita en la ley 115 de 1994, y lo expuesto en los artículos 13, 17, 18, y 29 del Proyecto de Convención Sobre los Derechos del Niño, adoptado por la Comisión de Derechos Humanos de las naciones Unidas en 1989, viabilizan la implementación de una “pedagogía de los medios de comunicación”, partiendo de la base de que la escuela es el lugar más apropiado para ello por razón de: su tiempo formal, su organización y el aporte de tecnologías y materiales que podrían ser útiles en la creación de talleres, conferencias, cursos, clubes escolares y extraescolares de lectura critica, activa y creativa del lenguaje de los medios masivos de comunicación.
No es necesario que sean grandes acciones acompañadas de millonarias inversiones; para iniciar, pueden ser esfuerzos sencillos pero reales y constantes, que contagien a otros para ir abriendo camino a realizaciones mucho más estructuradas”. (Helena Dávalos Hoyos)

CONCLUSIONES
La imagen, hoy, constituye el elemento más determinante de las características de nuestro ámbito de vida. Cantidad de mensajes nos son transmitidos a través de los Mass media que utilizan fundamentalmente la imagen. Según estudios realizados por la UNESCO, mientras que a través del oído se percibe un 20% de comunicaciones y a través de la vista un 30%, cuando se da la combinación de ambos sentidos el porcentaje de eficacia en la persuasión, se eleva ostensiblemente. Ver televisión no requiere un esfuerzo mental especial, a diferencia de la lectura, por ejemplo. No implica esfuerzo por aprender, ni habilidad para adquirir: no exige inteligencia. Las personas se sientan frente al televisor, no como los lectores se ubican frente a un libro —lo que requeriría un esfuerzo—, sino como espectadores, con una actitud totalmente pasiva. Las imágenes se ofrecen sin que el telespectador haga ningún esfuerzo, no requieren capacidad reflexiva o analítica alguna. Frente al televisor estamos por debajo del estado de alerta normal en una persona. Por otro lado, tener la vista fija produce un estado cercano al trance, como de ensoñación. (Esto ha sido demostrado haciendo mediciones de la actividad eléctrica cerebral.) Por ello es que no filtramos la información y quedamos expuestos a la manipulación. La acción de los estímulos recibidos desde la pantalla, y las sensaciones por ellos generadas en las áreas más profundas del cerebro, pueden producir estados de euforia o de temor, de alegría o de tristeza, placenteros o depresivos, sin que las personas que los viven sepan por qué se producen. La imagen televisiva entra en la mente de manera subliminal, es decir, sin ser percibida conscientemente. La televisión influye poderosamente sobre los espectadores, configurando su personalidad. Predispone, condiciona, y genera actitudes, conductas, formas de pensar, gustos, costumbres y modas. Por ello es que ejerce su influencia especialmente sobre la cultura infantil y la juvenil. La personalidad de un niño o de un adolescente no se conforma de la misma manera viendo o no televisión.
Nuestro lenguaje sufre hoy un empobrecimiento considerable. El mismo está fuertemente asociado a la acción de la televisión. Los personajes que siguen nuestros niños y adolescentes no son personas de un bagaje cultural envidiable. Mediante una palabra intentan expresar lo que normalmente necesitaría de una o más frases para ser expresado. Por ejemplo, en Colombia, es muy común escuchar a los adolescentes decir que algo «Está “boleta”», queriendo decir que «es algo de muy mala calidad».
La televisión crea una personalidad dispuesta sólo a recibir mensajes, sin cuestionarlas. Esto, a su vez, repercute en otras esferas de la vida, reforzando la tendencia a la pasividad, pues quita tiempo al ejercicio físico, las relaciones humanas, la lectura y otras actividades que exigen iniciativa. Sin quererlo, los niños y los jóvenes van adquiriendo la preferencia por una vida hecha. Si se acostumbran a presionar un botón y que todo les llegue terminado, se habitúan a recibir la información de segunda mano, sin verse obligados a realizar el esfuerzo de producirlas por ellos mismos. Como consecuencia de esto, se paran ante la vida como lo haría un espectador. Podríamos decir que siempre se cumple esta regla: Más tiempo frente al televisor, menos capacidad de iniciativa.
También está comprobado que, cuando los niños pasan mucho tiempo frente al televisor, se vuelven menos espontáneos y más inestables anímicamente, como si hubieran sufrido la amputación de su capacidad de vivir emociones auténticas y profundas. La televisión atrofia la sensibilidad. Los niños y jóvenes son cada vez menos capaces de entablar relaciones interpersonales cargadas de verdadero afecto.
Hoy somos menos comunicativos que en tiempos pasados. Nunca el hombre ha estado tan informado y de un modo tan rápido, casi inmediato. Pero tampoco ha estado nunca tan incomunicado. La televisión, los video-juegos y las computadoras producen niños y jóvenes aislados del mundo que los rodea, incapaces de comunicarse. La televisión, el más fantástico medio de comunicación social, es también el mayor medio de incomunicación familiar. (No es lo mismo comunicarse que compartir un espacio físico.)
La televisión alienta la propensión al consumo. Estamos amaestrados para la dilapidación. Los niños llegan a ser leales y entusiastas consumidores de un producto determinado. No sólo asedian a sus padres con el fin de consumir determinado producto sino que llegan hasta el extremo enfermizo de decir: «Papá, cómprame algo.» No importa qué, pero algo. Las personas ya no se interesan por el producto sino por el acto de consumir. 

Hoy, en la Posmodernidad, padecemos una nueva enfermedad: la tele adicción o síndrome de adicción televisiva. Pasar frente al televisor, la computadora o los video-juegos tres horas por día produce una adicción tan fuerte como el consumo del tabaco o las drogas. Hay personas que llegan al punto de depender tanto de la televisión, que pierden el contacto directo con la realidad. Lo real pasa a ser lo televisado, no la experiencia personal. Para los adictos a la televisión, los sucesos no son verdaderamente reales mientras no las hayan pasado por ese medio. Viven una verdadera esclavitud. Y si se los priva de la televisión, aparecen los síntomas de la abstinencia: la depresión, el aburrimiento, la irascibilidad, la angustia, etc. Estas personas llegan a pensar, a amar, a odiar, a rechazar, a aplaudir, a vestirse y a comportarse según lo que han aprendido por televisión. 
Es importante empezar a pensar que uno de los principales motores de nuestras vidas debe ser conocernos para llegar a reconocernos como individuos libres, pues éste es el único camino a través del cual podemos acercarnos al bienestar como entidades independientes, con poder de decisión, como constructores de nuestras vidas; de las que somos los únicos responsables. Este proceso de auto sensibilización del ser, choca frontalmente con nuestro modelo de vida, con los valores que se cultivan en nuestra sociedad consumista occidental, y es aquí donde los educadores debemos intervenir. Es obvio que, en la era de la información, la manera de enfocar la realidad ha cambiado, y los educadores, como perceptores y transmisores de información, también hemos cambiado. Sin embargo, en todos nosotros deben prevalecer, además de los conocimientos, una ética, unos valores y unas actitudes que nos acrediten para la educación y la formación de personas y no para satisfacer las necesidades de conocimiento de meras cabezas pensantes. Es decir, el primer paso que debe dar un educador ante este asunto es la toma de conciencia de que el problema existe, y asegurarse de que él quiere ser un mediador de información, una especie de enzima que ayude a los jóvenes a digerir la información de una manera saludable y beneficiosa. El papel del educador debe ser responsable, consistente, explícito e inflexible ante los excesos de difusión de irrealidades a las que se someten nuestros jóvenes, irrealidades que se enmascaran bajo la excusa de pretender contribuir a la creación de una sociedad “mejor” basada en los valores que están hoy en boga y que se resumen en la importancia del “ser” bajo la condición del “tener”: tener dinero, tener belleza, tener el último modelo de teléfono celular, tener un carro bonito, tener un/a novio/a bello/a, tener un hijo que es campeón nacional de ciclismo, que toca la guitarra, que practica karate, que habla 5 idiomas y tiene ambiciones en aumento (pero que tiene estrés desde los 10 años). Es entonces urgente, dejar en claro que este mundo es para todos, no sólo para los que tienen y, que desde nuestra posición como educadores, debemos transmitir a nuestros jóvenes que, pertenezcamos o no a los estereotipos que nuestra sociedad capitalista defiende, una persona debe encontrarse a sí misma en su interior, apoyándose en lo que “es” con independencia de lo que tenga, debemos hacerles ver que la diversidad enriquece y que los modelos que nos ofrecen los medios, no son los únicos ni los únicos buenos. Debemos sensibilizar a nuestros jóvenes de que simplemente “son” y que son libres para decidir qué quieren hacer de sus vidas, sin tener que dejarse influenciar por medios anquilosados en realidades MERCANTILISTAS, en su afán de atender las necesidades de un sistema. En definitiva, estamos obligados a fomentar actividades que nos ayuden a reflexionar y advertir sobre el uso que hacemos de los medios de comunicación y a desarrollar una visión crítica sobre los mismos y sobre sus contenidos, resaltando la idea de que deben servirnos para ayudarnos a propulsar una libertad basada en el conocimiento global y en la aceptación de uno mismo, y no una libertad basada en el conocimiento restringido y orientado a crear robots que nutran esta gran red impersonal.


PREPARADO POR.
GUSTAVO LÓPEZ GIL
PARA
INTERCAMBIO PEDAGÓGICO CULTURAL
SANDONÁ, NARIÑO—PAVAS, VALLE.