Vistas de página en total

lunes, 15 de noviembre de 2010

ELOGIO DE LA DIFICULTAD


Hola compañeras y compañeros. 
Un abrazo grandote y muy cálido para quienes se acercan a degustar estos "Polvos" que a veces son amargos y otras muy dulces. Antes de comentarles el presente, del Dr.Cesar Mella que me llegó vía Aura María Añazco, les cuento que mis chiquillas y chiquillos fueron invitados al festival internacional de arte en Palmira y que continuamos creciendo.
Para el presente artículo, me apropié de dos títulos, uno el de un escrito de Estanislao Zuleta acerca de las bondades de vencer obstáculos, y el otro, el de una comedia Mexicana de los años sesenta. Espero como siempre que lo disfruten, lo reflexionen, lo debatan y lo comenten. 
G. LÓPEZ

¿QUÉ NOS PASA?
Nos quedamos sorprendidos, cuando en los medios masivos de comunicación, se ve o se escucha, que la delincuencia y el crimen, son cada vez más jóvenes. Sicarios que no superan los 16 o 17 años, drogadictos desde los 10 años, prostitución cada vez más infantil; caos generalizado. Frente a lo anterior,  vale la pena plantearse algunos interrogantes: ¿Cómo educaron a esos muchachos o muchachas? ¿Qué valores les inculcaron? ¿Quiénes los educaron? ¿Qué falló?

Vamos por partes:
A los infantes, adolescentes y jóvenes de este siglo hay que llamarlos varias veces en la mañana para llevarlos a la escuela.  Se levantan generalmente irritados porque se acuestan muy tarde, viendo televisión por cable, jugando PlayStation, hablando o enviando mensajes por teléfono o chateando por la Internet. No se ocupan de que su ropa esté limpia y mucho menos en poner un dedo en nada que tenga que ver con arreglar algo en el hogar. Tienen los juegos y equipos digitales más modernos del mercado, Ipod, blackberry y computadora no pueden faltar, como tampoco el pago por su actualización. Hoy los hijos, muchas veces sin merecerlo, presumen el celular más novedoso. El nextel más costoso. La Lap más equipada. Nada les costó. Si se descomponen, para eso estamos, no faltaba más, hay que pagar la reparación, a la brevedad y sin chistar. Idolatran amigos y a falsos personajes de realitys y cantantes de reggaetón. ¡Ah! Pero viven encontrándoles defectos a los padres, a quienes acusan a diario de que sus ideas y métodos están pasados de moda. Se cierran automáticamente a quien les hable de moral, honor y  buenas costumbres, y mucho menos de religión. Lo consideran aburrido. Ya saben todo y, lo que no ¡Lo consultan en internet!  Nos asombramos, porque los delincuentes cobran cuotas sin trabajar por ellas, cuando a nuestros hijos los acostumbramos a darles todo incluso su cuota semanal o mensual sin que verdaderamente trabajen por ella, y todavía se quejan a porque eso no me alcanza.  Si son estudiantes, siempre inventan trabajos de equipo o paseos de campo, que lo menos que uno sospecha, es que regresarán con un embarazo, habiendo probado éxtasis, coca,  marihuana o cuando mínimo alcoholizados.  Y cuando les exiges lo más mínimo en el hogar o en la escuela, lejos de ser agradecidos te contestan, con desfachatez: yo no pedí nacer, es tu obligación mantenerme o quien les manda andar de calientes. Es urgente que reflexionemos; y ojalá lo hagamos en grupos de padres y maestros, y/o especialistas en el comportamiento humano, pues la posibilidad de que hagan su vida independiente o que sean personas autónomas, se aleja cada vez más, pues aún graduados y con trabajo, hay que seguirlos manteniendo, pagándoles deudas, servicios y hasta los partos de sus hijos. Con lo anterior, me refiero a un estudio que indica que este problema es mayor en chicos de la sociedad de clase media o media alta (o de capas medias urbanas) que bien pudieran estar entre los 14 y los 28 años, si es correcto 28 años o más ¿lo pueden creer? y que para aquellos padres que tienen de dos a cuatro hijos constituyen un verdadero dolor de cabeza. 
¿Entonces en qué estamos fallando?  Yo sé, dirán que los tiempos y las oportunidades son diferentes, pues para los nacidos en los años cuarenta y cincuenta, el orgullo reiterado era levantarse de madrugada a ordeñar las vacas con el abuelo; que tenían que ayudar a limpiar la casa; no se frustraban por no tener vehículo, andaban a pie a donde fuera, siempre lustraban sus zapatos, los estudiantes no se avergonzaban de no tener trabajos gerenciales o ejecutivos, aceptaban trabajos como limpiabotas y repartidores de diariosLo que le pasó a nuestras generaciones, es que elaboramos una famosa frase que no dio resultado y mandó todo al diablo: ¡Yo no quiero que mis hijos pasen, los trabajos y carencias que yo pasé!  Y armados de un malentendido sentido del deber, les regalamos todo, hasta nuestra propia dignidad, y con ello les castramos la posibilidad de adquirir los valores y virtudes que nacen de vencer dificultades. Nuestros hijos no conocen la verdadera escasez, el hambre. Se criaron en la cultura del desperdicio: agua, comida, luz, ropa, dinero.  El dame y el cómprame, siempre fue generosamente complacido convirtiendo a nuestros hijos en habitantes de una pensión, con sirviente (a) y todo incluido, que después intentamos que funcionara como hogar. Es alarmante el índice de divorcios que se está generando, van a la conquista de su pareja y vuelven al hogar, sólo unos meses más tarde, divorciados porque la cosa no funcionóninguno de los dos quiere servir al otro en su nueva vida. Como nunca batallaron en la pensión con sirviente incluido, en la que se les convirtió el hogar paterno, a las primeras carencias en el propio, avientan el paquete y regresan a la casa para que la mamá y el papá continúen resolviéndoles la vidaEste mensaje es para los que tienen hijos y que pueden todavía moldearlos, edúquenlos con principios y responsabilidades. Háganles el hábito del ser agradecidos.  Háganles el hábito de saber ganarse el dinero con honestidad, la comida, la ropa, el costo de la estancia en la casa en la cual no aportan para el pago de servicios. Háganles saber lo que cuesta cada plato de comida, cada recibo de luz, agua, renta. Háganles sentir en su casa, cómo se comportarían ustedes en casa ajena cuando van de visita. Por ese domingo o cuota semanal o mensual, edúquenlos en la cultura de la correspondencia y el agradecimiento. Que los sábados o domingos realicen las labores propias de la casa, no su cuartoesa debe ser obligación de siempre sin pago de por medio. Háganles la costumbre de limpiar sus zapatos, de que paguen simbólicamente, por todo lo que gratuitamente reciben, implántenles la ideología de ameritar una especie de beca escolar que ustedes pagan, y  por la que ellos no pagan ni un centavo, eso puede generar una relación en sus mentes trabajo=bienestar. De la responsabilidad con que cumplan ese compromiso, dependerá su calidad de vida futura.  Todos los niños deben desde temprano aprender a lavar, planchar y cocinar, para que entiendan la economía doméstica en tiempos que podrían ser más difíciles. Que entiendan que asistir a la escuela, es un compromiso con la vida, que no es ningún mérito asistir a ella; y con respecto a la relación familia-escuela, recuerden que la pedagogía ha evolucionado y que algunos esquemas escolares pueden parecerle extraños, evite censurar al maestro y a la escuela delante de sus hijos, normalmente las críticas a la escuela, se hacen; o por ignorancia acerca de los procesos pedagógicos, o para parecer muy sabios delante de sus hijos; pero esa actitud puede hacerle perder la confianza en el último rescoldo de autoridad que queda en nuestra sociedad y termina logrando que las chicas y los chicos, no crean ni en sus padres ni en sus maestros. Cuando tenga dudas acerca de algún procedimiento pedagógico, acérquese al maestro; no permita que un malentendido orgullo le haga olvidar que ese maestro o maestra estudiaron para desempeñar esa función y que no es un sirviente público, sino un servidor público que merece el mismo respeto que cualquier profesional; y  posiblemente un poco más; porque él o ella están contribuyendo al crecimiento moral cognoscitivo y personal de sus hijos. no perciba al maestro o a la maestra como enemigos sólo un trabajo mancomunado puede producir cambios importantes en este caos. 
Cuiden lo que ven con ellos en la televisión, y eviten caer en el vicio social llamado telenovelas, los videojuegos violentos, la moda excesiva y toda la electrónica de la comunicación, que han creado un marco de referencia muy diferente al que nos tocó. Cuando se ocupen en corregirlos, aconséjenlos, conversen con ellos, no los ofendan, no los reprendan en público. Si lo hacen, nunca lo olvidarán. Nunca se los perdonarán.  Estamos comprometidos a revisar los resultados, si fuimos muy permisivos, o sencillamente hemos trabajado tanto, que el cuidado de nuestros hijos queda en manos de las empleadas domésticas y del televisor y en un medio ambiente cada vez más deformante.  Ojalá que este mensaje llegue a los que tienen la oportunidad de cambiar o hacer algo al respecto. Ya los abuelos pagaron. Nosotros estamos pagando con sangre la transición.  Que cada quien tome lo que le corresponda.