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domingo, 15 de marzo de 2015

ACERCA DE ALGUNOS ERRORES EN LA CRIANZA DE NUESTROS HIJOS
Hola de nuevo, hacía mucho tiempo tenía ganas de "colgar" este artículo de Andrés Hurtado García que hace referencia a una vieja batalla pedagógica que ya la cuento entre mis más cruentas derrotas. El juez y el columnista, dicen lo mismo que yo repetí hasta la fatiga, a los padres de mis estudiantes y a todas aquellas personas que compartieron conmigo "la joda educativa". Espero que esta vez consiga al menos uno o dos: "el Profe tenía razón"


A LOS HIJOS CON GUANTE DE SEDA
Andrés Hurtado García. 


Columnista de EL TIEMPO.


Un juez de menores español expone sus ideas.

Se llama Emilio Calatayud. Es un juez de menores de España y su popularidad se debe a sus criterios claros e iluminadores (no compartidos necesariamente por todos) y a sus singulares sentencias a los que delinquen: a los jóvenes que infringen las leyes de tráfico los "condena" a que acompañen a las patrullas de carretera; ha obligado a "niños bien" a servir a indigentes y a un delincuente analfabeto lo condenó a aprender a leer.
He aquí algunas de sus opiniones: "Los menores son muy buena gente. Pero nos hemos equivocado con ellos. Hemos pasado de un estado dictatorial a un estado democrático y en materia de menores no tenemos término medio. Nos ha dado miedo poner límites a nuestros hijos, por temor a que sufran lo que a nosotros nos tocó sufrir. Han influido también circunstancias que afectan a la familia: la mujer se ha incorporado al trabajo, se ha resentido la familia y los chavales han pagado las consecuencias. Les hemos dado muchos derechos, pero no les hemos trasladado deberes.
"Hemos perdido el principio de autoridad. ¡Hemos querido ser 'amigos' de nuestros hijos! Y no se puede ser 'amigos' o colegas de los hijos. Yo soy padre y padre significa amor, autoridad, respeto. Es muy difícil ejercer una autoridad en democracia. Yo no soy un padre democrático, yo no he mamado la democracia, yo la he aprendido. Así que mi educación tiene muchos defectos de antiguo. Mi hijo estará más preparado que yo para educar a su hijo en ese término medio entre autoridad, flexibilidad y generosidad. Hemos sido la generación perdida; hemos sido esclavos de nuestros padres y hemos pasado a ser esclavos de nuestros hijos".
Cuando se le dijo que sus ideas podían ser reaccionarias, Emilio contestó: "Muchos piensan lo que yo pienso, pero no lo dicen. A mí me han agradecido muchos chavales a los que he condenado, que les haya puesto límites... Cuando castigo a mi hijo me quedo fastidiado, pero es necesario... Y cuando mi padre me daba tortas me decía: a quien le duele es a mí".
Cuando se le preguntó si a los hijos se los debía o podía castigar físicamente, contestó: "Hay que hacerlo con cariño, en plan educativo y en ejercicio de la paternidad. Cuando toca, hay que pegar con cariño. Lo que pasa es que hay que saber hacerlo. O saber dar un buen azote en el culo. Lo difícil es darlo en el momento justo. Yo, a mi hijo no le habré pegado muchas veces: tres o cuatro veces cuando era pequeño, pero no me arrepiento... A mi hija le habré dado dos azotes en el culo, cuando era pequeñita... una cosa es dar un azote y otra los malos tratos. Muchas veces los críos echan en falta esa inexistencia de los límites. No es ilegal dar azotes, a veces es conveniente".
Aclaro para algunos lectores, que la palabra azote en este caso, en España, significa una palmada. Otro día volveré con las ideas de este juez de menores, discutibles o no, pero dignas de pensarse. Y termino con él: "Hay niños con los que los padres ya no pueden. Y cuando llegan a los 14 son auténticos dictadores. Yo terminé el año 2005 con 165 padres que denunciaban a sus hijos por maltratadores".

Andrés Hurtado García.
Columnista de EL TIEMPO
tomado de www.eltiempo.com




ACERCA DE LAS PRUEBAS DE ESTADO
Hola a todas y a todos. Cuando ya creía que había perdido mi blog, intenté por enésima vez abrirlo y esta vez usé las palabras "Ábrete Sésamo" y funcionó. Les traigo a consideración este "subversivo" artículo de José Fernando Ocampo acerca de las pruebas del Icfes. Por favor aporten al debate

LOS EXÁMENES DEL ICFES: ATROPELLO A LOS ESTUDIANTES

José Fernando Ocampo

Las nuevas pruebas de Estado, que comenzó a ensayar el Icfes el año pasado, son una muestra de la irresponsabilidad y la manipulación con que se está manejando el ingreso de los estudiantes colombianos a la educación superior. Es irresponsable que se aplique una teoría sobre la educación y sobre las pruebas de manera improvisada, con unos cuestionarios que carecen de validación alguna, cuyos supuestos ideológicos no resisten una controversia seria. Pero, además, se está manipulando a las instituciones y a los maestros para obligarlos a adoptar la educación por competencias desde la oficina del Icfes. En esta forma convierten a los estudiantes en conejillos de Indias para demostrar, con el fracaso de los resultados, que la educación que actualmente imparten los maestros no sirve y que, por tanto, ellos tampoco.
En efecto, el cambio a pruebas de competencias de las de conocimientos y aptitudes, como eran antes, han mostrado unos resultados catastróficos. Por ejemplo, solamente el 3 ó 4% alcanza puntajes por encima de 80 sobre 100. Es decir, casi nadie obtiene calificaciones altas y menos de 4% está por encima de 70 puntos en las diferentes áreas. Los colegios son clasificados basándose en una de las cuatro formas de calificar los cuestionarios y no por las pruebas mismas. Por eso cunden el desconcierto, la confusión, el caos y la preocupación entre las instituciones, que no alcanzan a comprender por qué sus estudiantes, que antes lograban buenos resultados, hayan fracasado con las nuevas pruebas. Entonces la conclusión de las instituciones, simplemente para proteger a sus estudiantes, es la de moverse hacia una educación por competencias.
Casi cada actividad humana es una competencia. Por eso las competencias son innumerables. Algunos expertos han identificado más de 30 grupos de ellas y solamente en las laborales señalan más de 350. En las pruebas del Icfes seleccionaron tres: la interpretativa, las argumentativa y la propositiva. Es decir, que el ingreso a la educación superior depende de que los estudiantes demuestren su capacidad en estas tres competencias. Para ello han elaborado cuestionarios que no resisten un análisis riguroso. De aquí surge una serie de preguntas: ¿por qué estas tres competencias definen el ingreso de los estudiantes a la universidad? ¿Qué interpretación le dan los funcionarios del Icfes a cada una de las tres competencias? ¿Cómo se aplican estas competencias a cada una de las disciplinas en las cuales se examina a los estudiantes? ¿Están probando la capacidad de los estudiantes, o lo que se proponen es inducir la implantación de una determinada teoría psicológica en la educación colombiana?
En las áreas de ciencias sociales el cuestionario es absurdo. En primer lugar, todas las opciones de respuesta a las preguntas son pertinentes y la respuesta valedera depende de la particular visión del funcionario del Icfes. ¿Cómo hacen, entonces, los estudiantes para acertar? En segundo lugar, la carga ideológica de las preguntas es insoportable, porque para acertar en la respuesta el estudiante tiene que coincidir con la concepción del interrogador. Es decir, las preguntas son completamente sesgadas y los estudiantes deben someterse al pensamiento de un interrogador que ni conoce. En tercer lugar, la respuesta no depende del conocimiento de los hechos, o sea, de que los hechos hayan sucedido o existan, sino de la manipulación del lenguaje, y lo que los estudiantes interpreten, no importa lo absurdo de la pregunta. En cuarto lugar, la definición de cada una de las tres competencias responde a una concepción lingüística y ética muy particular. Por ejemplo, la argumentación no es la capacidad de aducir argumentos para sostener una opinión; consiste es «en la acción promotora del fortalecimiento de la Íntersubjetividad en las decisiones de carácter moral». No tiene sentido, por otra parte, que se cambie la comprensión de un texto por su interpretación, la cual depende de posiciones o situaciones completamente subjetivas o ideológicas. En quinto lugar, la obligación que se les impone a los estudiantes de «proponer» se vuelve imposible cuando se aplica a los hechos históricos o a la geografía física, dos áreas fundamentales del examen. Pero en las áreas de ciencias naturales las tres competencias son aún más absurdas. Cuando los resultados califican la capacidad de argumentar o proponer en materias como la física, química y biología, una de tres: o se considera que el nivel científico de los estudiantes debe estar a la altura de la más alta investigación para proponer o argumentar; o lo que se quiere es que los estudiantes hagan proposiciones insubstanciales, simplemente con el prurito de que propongan en materias que superarán siempre su preparación de bachillerato o de la misma universidad especializada; o se espera sólo que los estudiantes se refieran a las consecuencias «morales» de aplicaciones científicas o técnicas que no son estrictamente del conocimiento de ellas. Es muy claro. El Icfes se propone inducir una reforma educativa desde los exámenes de Estado, con una ideología, con una teoría, con una tendencia psicológica de determinada orientación. Ni la ha discutido con nadie, ni la ha puesto a consideración del país, ni la conocen los maestros, ni la han practicado los estudiantes, ni la han aplicado las instituciones educativas. Todo proviene de un grupo de psicólogos intelectuales de la Universidad Nacional—Bogoya, Jurado, Torrado, Acevedo, Solsona y otros—que desprecian a los maestros, que no conocen la educación colombiana, que se basan en la teoría filosófica posmoderna del caos y la incertidumbre, que se confiesan defensores radicales del relativismo científico, que confunden en un mismo saco la ciencia y la moral. Las pruebas por competencias del Icfes tienen propósitos muy diferentes a los de definir el ingreso de los estudiantes a la educación superior. Basándose en una teoría, en una ideología, en una tendencia psicológica, lo que intentan es imponer la educación por competencias en todas las instituciones, probar que los maestros colombianos no sirven, que la educación pública hay que cambiarla y abrirle camino a la nueva reforma educativa auspiciada por los organismos internacionales de crédito y que se denomina Nuevo Sistema Escolar, hoy experimentándose en cinco departamentos y 500 colegios

 Primero, se viola la autonomía escolar de la Ley General de Educación para volver al currículo único, obligatorio y uniforme
Segundo, se atenta contra la libertad de cátedra consagrada en la Constitución Nacional, al imponérsele una determinada concepción ideológica a los maestros
Tercero, se violenta la Constitución Nacional, que sometió la dirección de la educación nacional a las determinaciones de una ley y le quitó al Ejecutivo la función omnímoda de su manejo.
Cuarto, los postulados ideológicos de la evaluación por competencias y de la educación por competencias son inmensamente controvertibles.
Quinto, se convierte en un atropello con los estudiantes sometidos a una experimentación de conejillos de Indias de una prueba improvisada, mal preparada, ambigua, poco comprensible, con cuestionarios absurdos, de todo lo cual depende su ingreso a la educación superior.
Sexto, con resultados catastróficos debidos a la prueba, no a la educación, se quiere desacreditar la educación pública y abrirle camino a la privatización del Nuevo Sistema Escolar.
Con los mismos postulados, igual metodología y propósitos idénticos se ha adelantado en Bogotá una evaluación de la calidad de la educación con resultados más catastróficos que los del examen del Icfes. Es allí donde se pone en evidencia el objetivo perverso de estas pruebas por competencias, porque se han utilizado para privatizar la educación, aplicar el Nuevo Sistema Escolar y adelantar una campaña orquestada contra los maestros. El terror hoy recorre el servicio educativo de Bogotá y las instituciones, que, sin mucho criterio o sistematización, acuden a la educación por competencias para ponerse a tono con las imposiciones de la Secretaría de Educación dirigida por Cecilia María Vélez. Esta misma evaluación fracasó en Manizales por la oposición de los maestros, los directivos docentes, el sindicato y los estudiantes. Fecode rechazó la evaluación por competencias y los exámenes del Icfes en el XVII Congreso celebrado en Santa Marta, el pasado mes de marzo. Igualmente, condenó su aplicación a la educación básica en la capital de la República. Así como en Manizales los maestros y los estudiantes boicotearon la pruebas de calidad de educación, los bachilleres deben hacer lo propio con los exámenes de Estado que adelante actualmente el Icfes con pruebas por competencias.
Invitamos a los estudiantes de últimos años de bachillerato a unirse a este movimiento en contra del atropello que significan estos exámenes

 EL VERDADERO ATROPELLO A LOS ESTUDIANTES DE COLOMBIA..Y EL DESPRESTIGIO A  LA EDUCACION PUBLICA.

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